jueves, 19 de marzo de 2015



            
    Desde  hace bastantes años he sentido una atracción irracional hacia Mozambique. 


          La cuestión es que tiempo atrás, había conocido a una española que vivía allí.  Volví a contactar con ella y de forma velada  nos aconsejó que no viniéramos ahora, pues la situación  era delicada,  se había producido un conato de guerra civil,  tiroteos por la zona centro, y para  circular por la única carretera que une el norte con el sur del país nos tenían que escoltar los militares ........ lástima, ya habíamos sacado los billetes. 











 Aterrizamos en la capital después de once horas de avión vía Lisboa,  dos días en Maputo y otro avión esta vez al norte cerca de la frontera con Tanzania,   en Pemba habíamos quedado con la ONG Semilla de la Esperanza. Pasamos un día  de playa maravilloso con los niños del horfanato.


          

  
  
          








En Pemba, fotos, playa y poco más. 
Así que, decidimos buscarnos la vida y movernos . 



    Negociamos  "con un perlas " para  que nos llevara a Isla de Ibo a  5 horas de coche, pinchamos a la ida y a la vuelta, y mientras  los mecánicos   se deslomaban cambiando la rueda en una pequeña aldea, nosotros nos pusimos morados de  " cerveja bien gelada"  en mi vida he bebido más cerveza que en Mozambique.














  












            Ahora sí empezaba la aventura, recorrimos parte del trayecto por pistas intransitables (lo que nos gusta ); creo que parte de los bajos del coche  los dejamos  por esos caminos de tierra. Llegamos a Tanganhangue, que suponíamos era el embarcadero dónde atracaría nuestro barco para ir a isla de Ibo, evidentemente no había ni embarcadero ni nada; bueno, nada no, un inmenso baobab presidía la escena.



             Se nos hizo de noche,  zarpamos en una barcaza  en mitad de la oscuridad y donde el patrón salvaba como podía con una linternilla de mierda  los manglares que nos rodeaban,  una hora más tarde y  en la más absoluta oscuridad  llegaríamos a la que sería la isla más bonita que he visto en mi vida.

          
  


   Tres intenso días pasamos  en esa joya del índico, gente noble y pura encontraríamos  allí.  En cada calle, en cada esquina se respiraba historia, historia que  a veces  hace avergonzarnos a los humanos, historia de una ignominia escrita también en Zanzibar e Isla de Goré.






        

     Fotos, muchas fotos, me gustaba lo que veía, la luz, la gente, la arquitectura.


            

            Uno de esos días, alquilamos un barco y nos fuimos a otra isla de las treinta y tantos que componen el archipiélago de las Quirimbas, bueno no era exactamente una isla era un banco de arena, un banco de arena en mitad del océano Índico.........  ¡alucinante¡ 



     Vuelta a Pemba, otra vez negociamos  con el "perlas ",  ahora iríamos  a Isla de Mozambique a  9 horas de coche, éste nos desplumó, pero no teníamos otra opción.









        




           



        
    Isla de Mozambique, es una isla unida al continente por un puente de 3 kilómetros,  antigua capital  del país hasta 1898 catalogada como patrimonio de la humanidad, allí nos alojamos en un pequeño hotel muy animado regentado por una familia de franceses, tres días de fotos, paseos y más cervezas.

        







    En Ilha de Mozambique conocimos a algunos españoles  como la muy simpática y alegre Cristina del programa de tv  "españoles en el Mundo " que tiene un proyecto muy bonito de  talleres  y ayuda  de escolarización  a niños, y dónde todo el mundo es bienvenido a su casa. 

Este relato, va en honor de todas aquellas  personas  que  de forma desinteresada   ayudan  a los más necesitados  sin esperar nada a cambio.....  va por ellos.   





            Ilha de Mozambique tiene el encanto de retroceder en el tiempo varios siglos, la arquitectura, las calles, los pescadores, los mercados, allí se respira ese aire de gran ciudad que fue en su día  y que ahora está en decadencia. Legado que dejan, como  su antiguo teatro, su imponente hospital, su palacio de justicia, su catedral,   ese aire de haber sido  importante y que saben ........jamás volverá 




 El segundo día, mientras matábamos el tiempo con una cerveza local, le preguntamos al camarero, qué podríamos visitar por la zona. Siempre he considerado que la mejor información que podemos obtener es la que te proporciona un lugareño,  para mi ese es el mejor libro de guías  y, además, actualizado.  

El camarero  nos hizo las presentaciones con el  barquero, que resultó ser  amigo de un amigo suyo, esto es una constante allá dónde vayas , de tal forma que negociamos el precio 1.000 meticáis por un día de barco. 

El precio parecía más que razonable.




Nos citamos en el embarcadero que está situado en una de las caras de la catedral de Isla de Mozambique, el recorrido era de una hora y media aproximadamente,y lo que no nos dijo era que a la hora y media encallaríamos.

Lo que iba a ser  un pequeño paseo se convirtió en dos horas más pero esta vez  caminando. No nos importó mucho, pues el paisaje realmente valía la pena,  la arena era firme, la altura del agua escasa y a veces inexistente, allí como en un hipódromo asistíamos a carreras de cangrejos, pozas con  peces atrapados, charcas con estrellas de mar de un color rojo intenso, millones de conchas ebúrneas y otras tan brillantes como si antes alguien nos las hubiese lacado para nuestro espectáculo.

Nuestro barquero tenía conversación fácil, era jovial, jocundo, y a sus escasos 18 años ya había engendrado dos veces, lo normal por esos lares.

Llegamos a nuestro destino, la playa de Carushca, una playa  tan desierta como anchurosa con sus palmeras de rigor.  Un día tranquilo y agradable de playa. Lo bueno vendría después.


A la hora de la comida, y dado nuestro poco fondo, rebuscamos en la carta los platos más económicos, resulto ser espaguetis, dos platos iguales total suma 400  meticáis. Nuestro barquero sesteaba en la barra. Le hicimos señas para que se uniera a nosotros y pidiera un bocata para que nos acompañara.
Su comanda se retrasaba. Al cabo de media hora comprendimos por qué, se había pedido “el plato tigre “, el más caro de la carta, no era un plato era una bandeja de carabineros con verdura y guarnición, el plato valía el 60% del presupuesto de la excursión, nos quedamos atónitos.      


Le echamos una reprimenda acorde con el plato, pedimos la factura detallada del desastre y emprendimos el camino de regreso, el joven dicharachero, parlanchín, gárrulo, se convirtió en un espectro silente porque adivinaba lo que le vendría después.

           
 Al cuarto día, emprendimos nuestro recorrido a la inversa, Ilha de Mozambique, Pemba, Maputo, Catembe. 









Aquí reproduzco parte de  lo que escribí en mi último día en Mozambique.


Últimos instantes en este hermoso país bañado por las aguas del Índico, paisajes de belleza sin igual, aguas de color turquesa, y tierras del color de la sangre.


Es en este país, dónde he encontrado un pueblo que disfruta de la vida, la gente se muestra como es, los niños acuden a tu encuentro y todo el mundo te da los buenos días.



            Es en este país, dónde he encontrado las almas más puras.


            Es en este país, dónde me he sentido seguro y libre.





                                                                                                   Mozambique 2.014